ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 62. Núm. 11.
Páginas 1342-1343 (Noviembre 2009)

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José Luis Martín-VenturaaLuis Miguel Blanco-ColioaJosé TuñónbJesús Egidoa

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Sr. Editor:

En relación con los comentarios realizados por los Dres. Alberto Domínguez Rodríguez et al1 y Pablo Avanzas et al2 sobre nuestra reciente revisión de biomarcadores en la medicina vascular3, queremos expresar lo siguiente: en primer lugar, agradecer las amables palabras que ambos grupos han realizado sobre nuestra revisión. Asimismo, quisiéramos comentar el hecho de no citar en dicha revisión la importancia de las variaciones diurnas de los biomarcadores en la enfermedad cardiovascular, así como por no mencionar el papel de la neopterina como biomarcador cardiovascular.

Como bien saben los autores de ambas cartas, el tema de los biomarcadores plasmáticos y la enfermedad cardiovascular es tremendamente amplio. En PubMed existen 1.485 citas cuando introducimos «plasma biomarkers and atherosclerosis» y 8.207 sobre la enfermedad cardiovascular. En una excelente revisión sobre el tema4, Anderson mencionaba que en 2005 ya existían 177 biomarcadores proteicos asociados a la enfermedad cardiovascular. Las nuevas técnicas, entre ellas la proteómica, van a proporcionar abundante información y es presumible que en los próximos años asistamos a una plétora de potenciales biomarcadores. Paradójicamente, el número de nuevos marcadores proteicos aprobados para su uso diagnóstico en la práctica clínica continúa siendo muy escaso. En nuestra revisión decidimos mencionar los biomarcadores más estudiados implicados en el desarrollo y la rotura de la placa aterosclerótica (la disfunción endotelial, la inflamación, el estrés oxidativo, la proteinolisis y la trombosis), así como nuevos biomarcadores potenciales, algunos de ellos obtenidos en aproximaciones proteómicas.

Respecto a las variaciones diurnas de los biomarcadores en la enfermedad vascular, estamos completamente de acuerdo con los comentarios de Domínguez et al1. Como muy bien describen, ya se conoce desde hace varios años la relación entre el ritmo circadiano y estacional y la enfermedad coronaria5. La variabilidad de las concentraciones plasmáticas de las proteínas implicadas en la génesis del daño vascular también ha sido abordada por varios autores. Entre esos trabajos conviene mencionar las notables contribuciones de Domínguez et al sobre el ritmo circadiano de la PCR, el CD40L, la melatonina, la interleucina 6, la VCAM-1 y la MMP-9, entre otros, y la enfermedad cardiovascular6-8.

Algunas proteínas mencionadas por ellos, como la PCR y el CD40L, tienen mayores concentraciones séricas en la fase de luz (9.00) que en la fase de oscuridad (2.00), mientras que otras como el VCAM-1 presentan mayor concentración sérica en la fase de oscuridad. Por razones bastante obvias, la mayoría de los estudios clínicos se realizan con sangre tomada a primeras horas de la mañana y con los pacientes en ayunas. Aunque todos estos estudios tienen, sin duda, una gran importancia para conocer la implicación de los diversos biomarcadores en el ritmo circadiano y estacional de los eventos cardiovasculares, su extrapolación a la práctica clínica no es fácil, como señalan los mismos autores.

En cuanto al comentario sobre el papel de la neopterina en la enfermedad cardiovascular de Avanzas et al2, estamos de acuerdo sobre el importante papel que puede tener la neopterina como biomarcador en la enfermedad coronaria, así como otros biomarcadores que no mencionamos por problemas de espacio (p. ej., PAPP-A o cistatina C, previamente revisados por este mismo grupo9). Las contribuciones de los autores, en especial del Prof. Kaski, al papel de la determinación de la neopterina sérica en particular en el síndrome coronario agudo, son bien conocidas por todos los que estamos interesados en los biomarcadores plasmáticos y la enfermedad cardiovascular. Los trabajos de los autores, desde su descripción inicial en 199710, han contribuido de manera muy importante a implicar a la neopterina, una proteína producida por macrófagos activados por el interferón gamma, como un marcador pronóstico en la estratificación de riesgo en pacientes con enfermedad coronaria. Recientemente, además, han demostrado que las concentraciones séricas de neopterina pueden ser predictoras de la disfunción del ventrículo izquierdo en pacientes con angina estable crónica11. Los trabajos de los autores han sido ampliamente reconocidos en la literatura y este mismo año han realizado tres excelentes revisiones sobre el tema, que aconsejamos a los lectores de nuestra revista12-14. A pesar de no mencionarla en nuestra revisión, esperamos que nuestros comentarios sirvan para colocar a la neopterina en la lista de biomarcadores disponibles y que nuestros admirados autores no tengan que repetir una vez más «Neopterin: still a forgotten biomarker»15.

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