Sra. Editora:
Varón de 54 años al que se realizó una radiografía de tórax en el contexto de una infección respiratoria. Como hallazgo casual, se detectó una deformidad del contorno cardiaco de bordes lisos y bien definidos, localizada a nivel de las cámaras derechas (Figura 1). Se realizó un ecocardiograma, en el que se visualiza una imagen quística con bordes parcialmente calcificados que se localiza en la cara inferior de la silueta cardiaca, sin comprometer la función. Se completó el estudio con una tomografía computarizada de tórax con contraste, en la que se visualiza una gran masa quística en mediastino anterior de localización paracardiaca derecha e infracardiaca, con extensa calcificación de su pared y acompañada de calcificación probablemente pericárdica en torno al ventrículo izquierdo (Figura 2A), y una resonancia magnética cardiaca, en la que se observa una imagen quística intrapericárdica que se adhiere a la zona inferior de ambos ventrículos sin infiltrarlos, de contenido proteináceo, con imágenes redondeadas en su interior (Figura 2B). Finalmente, se concluyó que se trataba de un quiste de origen hidatídico intrapericárdico adherido a la cara diafragmática de ambos ventrículos sin infiltrarlos.
Figura 1. Radiografía de tórax: se aprecia una clara deformidad de la silueta cardiaca, de bordes lisos y bien definidos, que se localiza sobre las cámaras derechas.
Figura 2. A: tomografía computarizada de tórax; se observa la masa quística en mediastino anterior a nivel paracardiaco derecho e infracardiaco, con extensa calcificación de su pared. B: resonancia magnética cardiaca; se aprecia la imagen quística intrapericárdica adherida en la cara inferior de ambos ventrículos, pero sin infiltrarlos.
La afección exclusivamente cardiaca de la enfermedad hidatídica es rara (menor del 2%). La llegada de Echinococcus granulosus a las estructuras cardiacas ocurre a través de la circulación sistémica o por extensión directa desde estructuras adyacentes. La clínica depende del tamaño, la localización y la integridad del quiste, pero en algunos casos resulta asintomática1.
El diagnóstico puede ser complicado; debería sospecharse con la radiografía de tórax o la ecocardiografía, ya que pueden detectarse con facilidad las deformidades en la silueta cardiaca, y en el caso de la ecocardigrafía, la posible existencia de compromiso funcional. Posteriormente, debe completarse el estudio con tomografía computarizada y/o resonancia magnética de alta resolución, que son pruebas superiores a la ecografía para detectar estructuras en el interior de la masa y delimitar su extensión y establecer su relación con los tejidos adyacentes, con vistas a una posible intervención quirúrgica2.
El tratamiento definitivo es la cirugía de resección del quiste, sobre todo para evitar posibles complicaciones, y en ocasiones se asocia a tratamiento médico con antiparasitarios. El caso de nuestro paciente no fue intervenido, dado que se encontraba asintomático y él mismo rechazó la operación.
Autor para correspondencia: aneelorriaga@yahoo.es