Sr. Editor:
Como se desprende de los artículos de los doctores Pastor et al1 y Sanchís et al2, parece que, afortunadamente, las unidades de dolor torácico (UDT) comienzan a obtener resultados interesantes desde el punto de vista asistencial. Así, el hecho de que aproximadamente el 80% de los pacientes con dolor torácico de bajo riesgo pueda ser dado de alta con seguridad desde los servicios de urgencias hospitalarios (SUH) en las primeras 24 h, tras la realización de ergometría, supone una disminución importante del número de ingresos hospitalarios y, por tanto, de la presión de urgencias, y una mayor rotación de las camas de las unidades de observación de urgencias, sobre todo de aquellas dotadas de monitorización y enfermería para el manejo de pacientes en situación de emergencia3,4. Además, la detección de casi un 20% de casos que precisan ingreso disminuye enormemente la posibilidad de altas erróneas5, lo que redunda en beneficio del paciente y del médico de urgencias que lo atiende6. Aun con los sesgos de temporalidad y selección aludidos por los autores, coincidimos con ellos en que estos trabajos pueden suponer un cambio de mentalidad en el manejo del dolor torácico en urgencias.
Sin embargo, deducimos de ambos trabajos que, al limitarse las ergometrías y la valoración por el cardiólogo de la UDT al período laboral habitual del hospital, estamos todavía lejos de los estándares de la propia Sociedad Española de Cardiología7, al no garantizarse esta prueba dentro de las primeras 24 h de asistencia (incluyendo, por tanto, fines de semana y días festivos) y que, además, un volumen no desdeñable de pacientes seguirá estando bajo la supervisión, cuando no la responsabilidad directa, de los médicos de urgencias8,9.
Es importante, por otro lado, que ambos trabajos se hayan realizado en unidades funcionales, integradas plenamente en el SUH y no en unidades físicas específicas, en nuestra opinión lo más adecuado para optimizar los recursos asistenciales, máxime en la actual situación de déficit de personal médico y de enfermería, equipamiento y espacio que sufren los SUH10. Desde la medicina de urgencias nos preocupa tanto la asistencia del dolor torácico como del accidente cerebrovascular susceptible de trombólisis, las intoxicaciones por antidepresivos tricíclicos, el traumatismo craneal leve-moderado, etc. Qué duda cabe que el mejor sitio para la enfermedad cardiovascular o cerebral estaría constituido por espacios físicos específicos y personal adecuadamente formado y con dedicación exclusiva, pero la realidad sanitaria española y nuestros hospitales no parece que puedan permitirse esos lujos. Ante esta situación, hay que tener cuidado de no transmitir ideas como la de "sálvese quien pueda" en las actuales masificadas urgencias hospitalarias, seguramente lejos de la idea de la creación de las UDT, pero que pueden distraer a los gerentes y autoridades sanitarias del que, en nuestra opinión, debe ser su objetivo final: mejorar la asistencia de todo paciente urgente.
Extrapolar experiencias de otros países tan distintos en su organización y financiación sanitaria del nuestro no parece del todo adecuado11. La realidad asistencial española, sobre todo en cuanto a atención urgente se refiere, incluye puntos de atención continuada, servicios normales y especiales de urgencias, y sistemas de emergencias prehospitalarios (con sus centrales de coordinación médica), estos últimos con una rápida implantación y una magnífica disponibilidad de recursos materiales y humanos12. Todos estos dispositivos asistenciales son piezas clave para la identificación y el abordaje inicial del dolor torácido y, a pesar de su progresiva mejoría, todavía el manejo en ellos de la cardiopatía isquémica en general no ha alcanzado los estándares adecuados13.
Es, pues, absolutamente necesario que los protocolos de dolor torácico no sólo incluyan las urgencias hospitalarias, sino también los de los dispositivos sanitarios anteriores. Su exclusión es posible que conduzca a saturar más los SUH14 y que esto, a su vez, impida que se puedan garantizar otros estándares, como la realización de ECG en 10 min7 o la administración temprana de ácido acetilsalicílico13. También nos queda por mejorar la asistencia intrahospitalaria de la cardiopatía isquémica15, así como la integración de otros especialistas que, en no pocos hospitales, tratan esta enfermedad.
Compartimos los requisitos que para el manejo de los pacientes con sospecha de síndrome coronario agudo proponen en su editorial Alegría y Bayón6: «lo único que se precisa es: a) un protocolo definido...; b) una mejor reordenación y aprovechamiento de los recursos existentes; c) una buena coordinación entre los servicios de cardiología y urgencias, así como una adecuada organización jerárquica, y d) voluntad».
Desde la Sociedad Española de Medicina de Urgencias y Emergencias, nos congratulamos por iniciativas como éstas1,2, realizadas con rigor científico y con un afán integrador6, deseando que el manifiesto espíritu de colaboración que traslucen5,11 se plasme en guías, recomendaciones y protocolos conjuntos16 que, en definitiva, mejoren la asistencia del paciente urgente, cualquiera que sea su enfermedad aguda y lugar de asistencia.