Sra. Editora:
Hemos leído con interés el artículo «Relación entre las fases precoces de la enfermedad renal y el síndrome metabólico», publicado recientemente en Revista Española de Cardiología . Los autores describen la asociación del síndrome metabólico (SM) tanto con la enfermedad renal precoz (ERP) como con el grosor íntima-media (GIM) carotídeo1. Curiosamente, evaluaron la relación entre una asociación de factores de riesgo y la presencia de lesiones vasculares subclínicas y precoces, pero no argumentan cuál es la implicación real en la prevención o el tratamiento de estos pacientes, y en realidad queda pendiente aclarar si se debería considerar estas lesiones como dos criterios diagnósticos más del SM; esto ya se había propuesto para la proteína C reactiva, que además de estar más elevada en los sujetos con SM, mejora la capacidad predictiva de enfermedad cardiovascular2.
Además, la ERP y el GIM son dos lesiones vasculares que pueden estabilizarse pero difícilmente pueden regresar a la normalidad; especialmente cuando los valores son cercanos a la normalidad, puesto que el filtrado glomerular medio fue 87ml/min/1,73 m2 y el GIM osciló entre 0,6 y 0,7mm. Por otra parte, los ensayos clínicos que han estudiado la regresión del GIM o los cambios en la ERP no han demostrado una correlación con la mejoría en el pronóstico cardiovascular3, 4, lo que indica que se comportan más como marcadores de daño vascular que como factores de riesgo. Por el contrario, estudios derivados del registro MESYAS (Metabolic Syndrome in Active Subjects) han demostrado que los componentes lipídicos del SM, valorados mediante el cociente triglicéridos/lipoproteínas de alta densidad (HDL), son un marcador muy específico de la presencia de otros componentes del SM5 y, lo que es más relevante, uno de los principales factores de riesgo de infarto de miocardio6. Esta asociación se ha descrito igualmente para la presencia de SM como por el efecto aditivo de sus componentes7.
Por último, los autores consideraron la hipertensión arterial y la diabetes como criterios de exclusión del estudio1, cuando se ha descrito que estos son dos de los principales factores asociados a la presencia de SM en población laboral española8. Además, afirman desconocer la existencia de datos previos que relacionen el SM con la ERP pese a que ya en 2004 se publicaron los datos del registro NHANES III (National Health Adult Examination Survey)9 y en 2005 los del registro MESYAS10 en relación con esta asociación, y coinciden con la ausencia de asociación entre las HDL y el daño renal.
Pensamos que los autores describen una asociación con pocas implicaciones para la estratificación del riesgo cardiovascular, mientras que sigue quedando pendiente aclarar la implicación real del SM en pacientes con enfermedad cardiovascular establecida. Tras el gran interés que despertó el SM en la última década como una entidad relevante para la prevención de diabetes mellitus y enfermedad cardiovascular, su importancia en pacientes con enfermedad cardiovascular establecida sigue sin estar definida ni aceptada.
Recibido 13 Mayo 2011
Aceptado 17 Mayo 2011
Autor para correspondencia: acorderofort@gmail.com