ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 63. Núm. 2.
Páginas 240-241 (Febrero 2010)

Aneurisma de la arteria pulmonar

Pulmonary Artery Aneurysm

Gabriel Pérez BaztarricaaFabián BevacquaaRafael Porcilea

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Sra. Editora:

Los aneurismas de arteria pulmonar son una afección poco frecuente. En la literatura mundial sólo se encuentran documentados algunos casos aislados, y todavía no está claro su manejo.

Presentamos el caso de un paciente de 48 años, con antecedentes de hipertensión arterial y tabaquismo, que ingresó en nuestra institución por infarto agudo de miocardio lateral con posterior angioplastia coronaria a la arteria circunfleja. Como dato llamativo, en la radiografía de tórax se evidenció imagen sacular a nivel del segundo arco del borde izquierdo. Se decidió completar la evaluación de dicha imagen con una angiorresonancia, donde se informó dilatación aneurismática del tronco pulmonar de 53 mm y la arteria pulmonar izquierda de 23 mm (fig. 1). El paciente fue dado de alta a los 5 días, optándose por una conducta conservadora en referencia al aneurisma debido a los antecedentes clínicos (asintomático y sin datos en la literatura mundial que indiquen alto riesgo de rotura). Luego de 9 meses de seguimiento, no presentó modificaciones clínicas ni en las características anatómicas del aneurisma por angiorresonancia.

Fig. 1. Angiorresonancia de tórax donde se observa la dilatación del tronco de la arteria pulmonar y su rama izquierda. A: T1 corte axial. B: reconstrucción MPR axial.

En una revisión bibliográfica, encontramos que la etiología de los aneurismas de la arteria pulmonar (AAP) puede ser congénita o adquirida. Los congénitos suelen asociarse a malformaciones cardiacas que ocasionan hipertensión pulmonar; el ducto arterioso persistente es el más frecuente. Otras causas serían las comunicaciones interauriculares e interventriculares. Los adquiridos pueden ser idiopáticos o asociados a otros procesos, como infecciosos (tuberculosis, sífilis), traumatismos, estenosis valvular pulmonar o enfermedades del tejido de colágeno1,2. Por lo tanto, en gran parte de los AAP concurren una serie de situaciones fisiopatológicas previas al desarrollo del aneurisma: el aumento del flujo pulmonar, la hipertensión pulmonar y/o la coexistencia de un proceso patológico que afecte a la pared vascular. En los casos infrecuentes en que el AAP no se debe a ninguna anomalía funcional ni estructural del sistema cardiovascular, recibe el nombre de AAP idiopático. Nuestro caso correspondería a dicha entidad clínica, ya que se excluyeron las causas y los factores predisponentes para el desarrollo de un AAP.

En cuanto a la presentación clínica, varía; puede ser asintomática y ser un hallazgo casual en una radiografía de tórax, como es el caso que presentamos. En aquellos sintomáticos lo más frecuente es disnea, hemoptisis y dolor torácico1,3. La hemoptisis, generalmente, indica inestabilidad del aneurisma y es un indicador de la necesidad de intervención quirúrgica.

Con respecto al diagnóstico, el ecocardiograma trasesofágico permite visualizar el tronco y descartar hipertensión pulmonar o afección valvular pulmonar y shunt intracardiaco como causas secundarias del aneurisma4,5. La tomografía computarizada (TC) de alta resolución o la angiorresonancia permiten evaluar no sólo el tronco, sino también sus ramas5,6. También se debe evaluar etiologías como sífilis, tuberculosis y colagenopatías. En general, debido a la distinta fisiopatología de los aneurismas aórticos, el manejo es diferente4. Aunque no es claro, se indica tratamiento quirúrgico (prótesis, reconstrucción con pericardio o arterioplastia) en los casos con riesgo de rotura7. Pacientes con aneurismas de menos de 60 mm, presión pulmonar baja, ausencia de shunt congénito o adquirido a derecha significativos o los no asociados a colagenopatías son considerados de bajo riesgo y se opta por una conducta conservadora, como fue nuestro caso1-3.

Como conclusión, los aneurismas pulmonares son extremadamente raros; frecuentemente son un hallazgo casual en una radiografía de tórax. La TC de alta resolución y la angiorresonancia son pilares diagnósticos. El tratamiento quirúrgico se indica en pacientes con riesgo de disección o rotura.

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