El conocido adagio «time is money», devenido en «time is muscle», se convierte en «time is life» cuando se interpretan los resultados de Rivero et al1.
El mayor beneficio para la reperfusión miocárdica se obtiene a los 120–180min de iniciados los síntomas isquémicos2. Si se lograra reducir el retraso en la demanda de atención médica (RDAM), se podría alcanzar el tiempo de ventana terapéutica más apropiado para reperfundir la arteria relacionada con el infarto, rescatar mayor cantidad de miocardio en riesgo y, seguramente, salvar muchas vidas3.
Los autores señalan algunas limitaciones1; sin embargo, su investigación ha sido suficientemente demostrativa para identificar un importantísimo aspecto sobre el que se puede actuar. Investigaciones similares en otras comunidades revelarían la magnitud del problema en España.
Además de las variables socioeconómicas y de las personas que conviven con el enfermo1, el nivel cultural, el ruralismo, la autonomía individual y el grado de minusvalía son otros factores dependientes del paciente que podrían influir en el RDAM. Sin embargo, la promoción de salud, a todos los niveles y edades posibles, es la única acción que logra formar adecuadamente a la población4 en reconocer los síntomas isquémicos para reducir el RDAM.
La frase «este tiempo depende exclusivamente del paciente»1 podría generar controversia, porque la actitud perezosa ante los síntomas es de su entera responsabilidad, pero el tiempo «puede depender de nosotros», de la promoción y la educación para la salud5, de lo que seamos capaces de trasmitirles.
Hemos actuado acertadamente al reducir el tiempo entre el primer contacto médico y el paso intracoronario de la guía1–3, pero no hemos hecho lo suficiente para disminuir el RDAM que afecta, de manera independiente, a la mortalidad1 y la calidad de vida.
En España se aplican muy bien las estrategias de prevención4,6, pero la primaria es aún insuficiente. La educación para la salud es fundamental y no solo es responsabilidad del personal médico, la Fundación Española del Corazón y otras instituciones públicas o privadas, sino también del Estado y el gobierno, los cuales deberían destinar fondos para involucrar a los medios de comunicación con objeto de llegar incluso a sectores poblacionales con escaso nivel de escolaridad. Ya no se trata únicamente de estimular estilos de vida saludables y controlar los factores de riesgo aterogénico, entre otras acciones4,6, pues Rivero et al1 han demostrado, en un área capitalina céntrica, la necesidad de reducir el RDAM. Estrategias como ehealth7, big data8 y crowdfunding9, basadas en las nuevas tecnologías de la información y las comunicaciones, son útiles en este sentido.
Un viejo aforismo plantea que la misión del médico es «curar a veces, aliviar a menudo y consolar siempre», pero es mejor prevenir4–7. Si se logra educar a la población para buscar atención médica temprana ante la sospecha de síntomas de isquemia miocárdica, se podría «curar» —entiéndase tratar— más veces y, en consecuencia, se salvarán más vidas y se mejorará la calidad de otras. No obstante, las estrategias propuestas por los gestores de salud deben prever el impacto de estas acciones en los costes sanitarios por conceptos de incremento en las visitas a urgencias y su consecuente mayor utilización de las técnicas diagnósticas; pero es un precio que vale la pena pagar, por el bien del paciente.