Sr. Editor:
En el artículo recientemente publicado por Sanchis et al1 aparece, en nuestra opinión, un título poco afortunado. El diccionario de la Real Academia Española2 establece como primera acepción de puerta: «vano de forma regular abierto en pared..., para poder entrar o salir», y en su tercera acepción: «cualquier agujero o abertura que sirve para entrar y salir por él...». Así pues, no parece que sea la puerta de urgencias el lugar adecuado para realizar estudios de estratificación de riesgo de pacientes con dolor torácico, para tomar decisiones clínicas, ni siquiera para realizar asistencia médica inmediata. Este error se repite luego en el texto.
En cualquier hospital español suele haber a la puerta de urgencias un celador, portero o vigilante de seguridad, pero no hemos visto en ellas a médico alguno, ni mucho menos a un cardiólogo3. En este sentido, el American College of Emergency Physicians, en su Manual de Diseño de Servicios de Urgencias4, ubica anexa a esta zona el área de triage o clasificación de enfermos, que no de asistencia, habitualmente dotada de personal de enfermería entrenado y con protocolos específicos.
En el año 2001 se creó en el territorio del extinto INSALUD la categoría de médico de urgencias hospitalarias5, que con posterioridad se extendió a la mayoría de las comunidades autónomas con transferencias en sanidad6,7. En este texto, además de definirse las funciones del médico de urgencias, se reconoce de forma implícita la existencia de servicios de urgencias jerarquizados. Creemos que está de más usar en los artículos de revistas de prestigio, y que habitualmente seguimos los médicos de urgencias, términos algo tendenciosos o cuando menos anacrónicos, como sería hablar actualmente de parteros, médicos de huesos, dentistas o especialistas en «pulmón y corazón»8.
En tanto llega la especialidad en urgencias9, créannos que esta actividad médica es tan interesante, digna y gratificante como el resto, sobre todo cuando se hace en condiciones óptimas de infraestructura y personal.
Ya hemos expresado en esta Revista nuestra opinión sobre la relación entre los servicios de urgencias y de cardiología a propósito de las unidades de dolor torácico10. Sólo nos resta felicitar a los autores por su trabajo en este sentido, aunque deseamos que en el futuro se usen términos más apropiados para referirse a las áreas, unidades o servicios de urgencias.