Palabras clave
INTRODUCCION
A pesar de los avances terapéuticos, la morbimortalidad asociada con la insuficiencia cardiaca (IC) sigue siendo muy importante, especialmente en el paciente más anciano, de manera que la mayoría de los ingresos hospitalarios y de las muertes atribuibles a la IC ocurren en personas > 65 años1-3.
Nuestro objetivo fue evaluar la utilidad de incorporar la valoración funcional (actividades básicas e instrumentales de la vida diaria) en los pacientes > 79 años que ingresan por IC, para conseguir así un mejor conocimiento de la enfermedad en este grupo de pacientes muy ancianos.
MÉTODOS
Se evaluó prospectivamente a 188 pacientes > 79 años, procedentes del servicio de urgencias, ingresados por IC durante el período septiembre de 2002 a diciembre de 2003. El diagnóstico de IC se realizó mediante los criterios de Framingham y la presencia de signos de fallo izquierdo o cardiomegalia se valoró en la radiografía de ingreso4. El comité de ética del hospital aprobó el estudio.
Se recogieron datos demográficos, la clase funcional de la New York Heart Association (NYHA), la presencia de fibrilación auricular y los antecedentes de demencia, hipertensión arterial, diabetes mellitus o dislipidemia. La etiología de la IC fue establecida en cada caso por el investigador responsable; aunque pudiera haber en un mismo paciente varias etiologías, se escogió la que se consideró más importante en cada paciente en concreto. La capacidad funcional para las actividades básicas de la vida diaria (ABVD) se evaluó con el índice de Barthel (IB)5 previo (2 semanas) al ingreso, y en el momento del alta. El IB se recogió mediante entrevista con el enfermo o el cuidador principal de los pacientes con deterioro cognitivo; su puntuación total varía de 0 (dependencia total) a 100 (independencia). Para evaluar las actividades instrumentales se realizó la Older Americans Resource Scale en su apartado de instrumentales (OARS-IADL)6. La OARS-IADL es una escala de 7 ítems cuya puntuación va de 0 (total dependencia) hasta 14 (completa independencia).
Se recogió el índice de comorbilidad de Charlson7 y el riesgo nutricional mediante la versión abreviada del Mini-Nutritional Assessment (MNA-SF)8, con un rango de puntuación de 0-14, donde < 11 identifica mayor riesgo de desnutrición. Se recogieron los valores iniciales de frecuencia cardiaca, presión arterial, hematocrito y creatinina sérica. De todas las variables estudiadas había información completa en todos los pacientes, excepto del ecocardiograma.
En un primer análisis descriptivo, los resultados se expresan con la media ± desviación estándar (DE). Para comparar las diferencias se utilizaron las pruebas de la t de Student para las variables cuantitativas y de la *2 con el test exacto de Fisher para las variables cualitativas. Se utilizó el test no paramétrico de Wilcoxon para muestras dependientes para evaluar las diferencias en el IB. Para el análisis de regresión logística (método por pasos hacia delante) se utilizaron las variables que eran significativas previamente, y se forzó la entrada de las variables edad y sexo. Los resultados se consideraron significativos cuando p < 0,05.
RESULTADOS
Se evaluó a 188 pacientes, 126 (67%) mujeres, con una edad media de 84,6 ± 3,5 años. La media del IB previo era de 81,7 ± 21, del OARS-IADL de 6,7 ± 4,06 y del índice de Charlson de 2,5 ± 1,4. La media del MNA-SF era de 10,1 ± 2,9, y había riesgo nutricional en 97 pacientes.
En 58 pacientes (31%) el ingreso coincidió con el diagnóstico de la enfermedad y en el resto el diagnóstico se había realizado una media de 3,7 ± 3,6 años antes. De estos 130 pacientes, 87 (46%) habían tenido algún ingreso hospitalario previo por IC y 45 (34%) de ellos en el último trimestre habían ingresado o acudido a urgencias por dicho motivo. La clase funcional de la NYHA previa al ingreso en los pacientes con IC conocida era de 39 pacientes en clase II (30%), 71 pacientes en clase III (55%) y 20 pacientes en clase IV (15%).
La tabla 1 muestra los antecedentes y las variables cuantificadas al ingreso.
Fallecieron 25 pacientes (13%), 4 por muerte súbita, 19 por progresión de la enfermedad y 2 por causas no cardiacas. En 13 de los pacientes fallecidos por progresión de la enfermedad había información en la historia clínica acerca de que estaban en fase terminal de su IC. La tabla 2 muestra las variables evaluadas según los pacientes hubieran fallecido o no. En el análisis de regresión logística perdieron significación el OARS-IADL (p = 0,24) y el hematocrito (p = 0,2), y se mantuvieron el IB, el índice de Charlson y la creatinina (tabla 3).
La media del IB de los 163 supervivientes en el momento del alta hospitalaria era de 74,4, significativamente más baja (p < 0,0001) que la previa; 7 pacientes (4,3%) precisaron una nueva institucionalización.
DISCUSION
Se ha descrito que un 49% de los pacientes con un primer diagnóstico de IC son menores de 79 años9. Nuestro estudio evalúa este grupo de pacientes muy ancianos con IC. El perfil inicial muestra un predominio de las mujeres, del estado de viudedad y de poca institucionalización.
El impacto de la IC puede disminuir la calidad de vida del paciente anciano y provocar un deterioro de las ABVD10. Una baja funcionalidad previa se ha asociado con una mayor mortalidad (como en nuestro estudio) y con un mayor número de reingresos en los pacientes con IC11.
La comorbilidad en el paciente anciano con IC parece ser más alta que en los pacientes del mismo grupo de edad sin IC12. En nuestro estudio, la media del índice de Charlson fue de 2,5, inferior al 3,3 comunicado por Zhang et al12. El porcentaje de pacientes hipertensos y con diabetes es similar al descrito en el estudio SEMI-IC2 y el de fibrilación auricular es similar al comunicado en un grupo de pacientes con edad semejante3.
La mortalidad intrahospitalaria parece estar relacionada con el aumento en la edad13. Nuestro porcentaje es idéntico al 13% descrito en pacientes de la misma edad institucionalizados3. Se ha descrito que la supervivencia de las mujeres con IC es superior a la de los varones a largo plazo14; no obstante, en nuestro estudio no confirmamos estas diferencias. Sí se encuentra una asociación lógica entre el deterioro de la función renal y una mayor mortalidad.
En el momento del alta se confirma la existencia de pérdida funcional12, aunque es bajo el porcentaje de nueva institucionalización. Un dato positivo es el alto porcentaje de pacientes fallecidos por progresión de la IC en la fase refractaria de la enfermedad, reconocida como tal en la historia clínica, y que así se beneficiaron del tratamiento adecuado para el final de la vida15.
Entre las limitaciones del estudio destaca el bajo porcentaje de ecocardiogramas, así como que no se han evaluado datos del tratamiento previo para la IC, debido al importante número de casos en que coincidía el ingreso hospitalario con el diagnóstico de la enfermedad.
En definitiva, en los ingresos hospitalarios por IC en pacientes muy ancianos, una valoración funcional previa ayuda a identificar a los pacientes de mayor riesgo. Una valoración multidimensional16, tanto durante el ingreso como en el alta hospitalaria, será muy importante para el mejor tratamiento de estos pacientes.
Correspondencia: Dr. F. Formiga.
Medicina Interna. Hospital Universitari de Bellvitge.
Feixa Llarga, s/n. 08907 L'Hospitalet de Llobregat. Barcelona. España.
Correo electrónico: fformiga@csub.scs.es
Recibido el 4 de agosto de 2005.
Aceptado para su publicación el 1 de diciembre de 2005.