ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 74. Núm. 11.
Páginas 1000 (Noviembre 2021)

In memoriam
Josep Corrons Espinal

Jordi Soler-Soler

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El pasado mes de julio, Josep Corrons Espinal murió en Manresa, ciudad en la que había nacido en 1928 y donde desarrolló toda su actividad familiar y profesional. Estudió Medicina en la Universidad de Barcelona y se licenció en 1951. A continuación, se matriculó en la prestigiosa Escuela de Cardiología de dicha universidad, en cursos de 2 años de duración que otorgaban el Diploma de Especialista en Cardiología. Posteriormente amplió su formación clínica en Lyon, con el Prof. R. Froment. Su actividad asistencial se desarrolló siempre en Manresa, aunque nunca dejó de formar parte del cuerpo facultativo de la Escuela de Cardiología, hasta su desaparición en 1976. A partir de ese momento, asistió regularmente a las sesiones clínicas del Servicio de Cardiología del Hospital Universitari Vall d’Hebron. Mantuvo ese afán de aprender, unido a la continua lectura del tratado de Braunwald, hasta poco antes de su muerte. En resumen, una vida dedicada al estudio de la cardiología clínica, espoleado por el miedo a no saber bastante para poder ayudar eficazmente a sus numerosísimos enfermos.

En la Cataluña central, su prestigio como cardiólogo era enorme, dados su saber, su dedicación y su humanidad. En 1974, aprovechó su gran prestigio médico y social para crear su gran obra: la Unidad Coronaria de Manresa. Ello fue posible gracias al incondicional apoyo financiero de la Caja de Ahorros de Manresa. Merece destacarse que fue la primera Unidad Coronaria de Cataluña ubicada fuera de Barcelona. Fui testigo directo de la atención médica que recibían los enfermos; afirmo que no he visto en lugar hospitalario alguno una atención médica tan humanizada. La unidad como tal duró hasta 1987, cuando quedó integrada en la Xarxa Assistencial de Manresa, de cuyo Servicio de Cardiología fue director hasta su jubilación. A la sombra de la Unidad Coronaria, en 1991 organizó la Jornada Catalana de Cardiología que, con la colaboración de su amigo Valentín Fuster, fue el embrión de las posteriores Jornadas de Cardona, con la participación de muchísimos cardiólogos de toda España.

Hasta aquí un esbozo de su perfil profesional, pero el Dr. Corrons no se puede entender sin tener en cuenta dos aspectos que impregnaban su personalidad: su religiosidad y su amor por Cataluña. Era un hombre profundamente cristiano, tratando siempre de aplicar con humildad su profunda fe al servicio de los demás. Ello se reflejaba no solo en su exquisito trato con los enfermos y sus colaboradores (médicos y enfermeras), sino en su implicación en otras actividades sociales. Muestra de ello fue su gran labor como presidente de la Fundació AMPANS, entidad privada dedicada a dar soporte a personas con discapacidad intelectual o en situación de vulnerabilidad.

Su gran amor por Cataluña, frecuente motivo de conversación y preocupación entre nosotros, estaba en consonancia con las ideas de su admirado historiador Jaume Vicens Vives o del poeta Salvador Espriu, en quienes las exclusiones no tienen cabida.

Josep, ahora descansas en paz en el reino del silencio, quizá cerca de los mansos y humildes de corazón de los que muchas veces me habías hablado, de tu inseparable esposa Anna Maria y de tu queridísima hija Mariona. Aquí, en el reino de las disonancias, tus hijas y el resto de la familia sufren tu partida y la falta de tus sabios consejos. Yo añoro tu fiel y entrañable amistad que ha durado 62 años; pero, y sobre todo, miles de pacientes de la Cataluña central seguirán deudos de tu invisible presencia, pues no tuvieron que salir de su patria chica para recibir una atención médica de excelencia cuando su corazón les amenazaba con dejar de latir, con la gran fortuna de que tu legado perdura en el espíritu de los actuales responsables de la cardiología manresana. Adéu, estimat Josep.

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