ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 60. Núm. 2.
Páginas 184-195 (Febrero 2007)

La aterosclerosis como enfermedad sistémica

Atherosclerosis As a Systemic Disease

Carlos LahozaJosé M Mostazaa

Opciones

La aterosclerosis es una enfermedad crónica, generalizada y progresiva que afecta sobre todo a las arterias de mediano tamaño. Clínicamente se manifiesta como cardiopatía isquémica, enfermedad cerebrovascular o enfermedad arterial periférica (EAP). En nuestro país es la causa de 124.000 muertes anuales. A pesar de la tendencia a la disminución de la tasa ajustada por edad de la mortalidad por las enfermedades cardiovasculares, el impacto sanitario de éstas se espera que aumente. Los factores de riesgo son los mismos para los distintos territorios vasculares y se pueden clasificar como causales, condicionales o predisponentes. La presencia de aterosclerosis en un territorio vascular se asocia con frecuencia con la afectación de otros territorios. Las tablas para la estimación del riesgo, los marcadores de inflamación, las pruebas de imagen y el índice tobillo-brazo pueden ser útiles para detectar la presencia de aterosclerosis subclínica. Dado que es una enfermedad sistémica, el tratamiento con estatinas, antiagregantes plaquetarios o inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina han demostrado consistentemente su beneficio, con independencia del lecho vascular afectado.

Palabras clave

Aterosclerosis
Factores de riesgo
Inflamación
Índice tobillo-brazo

INTRODUCCION

La arteriosclerosis es un término genérico que se refiere al engrosamiento y el endurecimiento de las arterias, independientemente de su tamaño. Cuando afecta a arterias de mediano y gran calibre se denomina aterosclerosis. La aterosclerosis es un proceso inflamatorio crónico que afecta a las arterias de diferentes lechos vasculares y que se caracteriza por el engrosamiento de la capa íntima y media con pérdida de la elasticidad. Su lesión básica es la placa de ateroma compuesta fundamentalmente de lípidos, tejido fibroso y células inflamatorias, y pasa por diferentes estadios1.

La aterosclerosis generalmente se complica mediante la fisura, la erosión o la rotura de la placa y la formación de un trombo en su superficie, lo que facilita su crecimiento y la aparición de isquemia o necrosis. Este hecho causa parte de sus manifestaciones clínicas. De ahí que se utilice el término de enfermedad aterotrombótica, en un intento de incluir ambos procesos en una misma entidad.

La aterosclerosis es una enfermedad sistémica que afecta a arterias de diferentes localizaciones simultáneamente pero con diferente grado de progresión. Tiende a asentarse en las arterias que irrigan el corazón (coronarias), el cerebro (carótidas, vertebrales y cerebrales) y las extremidades inferiores (iliacas y femorales). Por lo tanto, la presencia de afectación vascular en una localización concreta se asocia con un mayor riesgo de desarrollarla en otros lechos vasculares2.

Sus manifestaciones clínicas dependen del lecho vascular afectado. En las coronarias se manifiesta por la aparición de síndrome coronario agudo, infarto agudo de miocardio (IAM) o muerte súbita. En el cerebro cursa clínicamente como un accidente cerebrovascular agudo (ACVA) o como un accidente isquémico transitorio (AIT), y los episodios repetidos pueden desembocar en una demencia multiinfarto. En las arterias periféricas, la expresión clínica es la claudicación intermitente o la isquemia aguda de los miembros inferiores. En cuanto a la forma de presentación puede ser crónica, por estenosis de la luz arterial, como en la angina estable o la claudicación intermitente, o aguda, por la súbita rotura de la placa y la formación de un trombo, como ocurre en los síndromes coronarios agudos o en los ictus isquémicos.

ASPECTOS EPIDEMIOLOGICOS

Las enfermedades cardiovasculares (ECV) son la primera causa de muerte en nuestro país (fig. 1). En el año 2000, último año del que se dispone de datos de ámbito nacional, las ECV causaron 124.000 muertes (el 34,8% del total; el 29,4% en varones y el 36,1% en mujeres)3. Entre las ECV, la cardiopatía isquémica (CI) fue la primera causa de muerte en los varones seguida de la enfermedad cerebrovascular, mientras que en las mujeres fue a la inversa4.

Fig. 1. Mortalidad proporcional por todas las causas en ambos sexos. España 2000. Tomada de Llacer y Fernández-Cuenca3.

En cuanto a su distribución por comunidades autónomas, la mortalidad por CI es más alta en Canarias, Comunidad Valenciana, Murcia y Andalucía, y es menos frecuente en Madrid, Navarra y Castilla y León, siguiendo un patrón decreciente desde los territorios insulares al sur de la península, levante, centro y norte5. Esta diferente mortalidad entre comunidades no se explica completamente con la distinta prevalencia de los factores de riesgo clásicos en ellas, por lo que otros factores como el nivel socioeconómico, los factores dietéticos o la actividad física pueden desempeñar un papel importante.

Al comparar con otros países nuestra tasa de mortalidad coronaria ajustada por edad, es similar a la de los países mediterráneos y claramente inferior a las del centro y norte de Europa. Respecto a las tasas de mortalidad cerebrovascular, compartimos con los países mediterráneos una posición media-baja en el contexto europeo6.

Desde mediados de la década de los setenta se ha producido en nuestro país un descenso de las tasas ajustadas por edad de la mortalidad por ECV, fundamentalmente a expensas de la mortalidad cerebrovascular y, en menor medida, debido al descenso de la mortalidad por CI (7). Esta tendencia descendente se ha producido en todas las comunidades autónomas. Sin embargo, y debido fundamentalmente al envejecimiento de la población, el número de muertes por CI sigue aumentando. Respecto a las tasas de morbilidad hospitalaria de las ECV, no ha parado de aumentar desde la década los noventa, acelerándose especialmente en la década de los noventa. Por ello, el impacto sanitario y social de estas enfermedades seguirá incrementándose durante los próximos años7.

FACTORES DE RIESGO CARDIOVASCULAR

Están constituidos por cualquier hábito o característica biológica que sirva para predecir la probabilidad de un individuo de desarrollar una enfermedad cardiovascular. La existencia de un factor de riesgo (FR) no implica obligatoriamente una relación causa-efecto con la enfermedad. El conocimiento y detección de los factores de riesgo desempeña un importante papel para la valoración del riesgo cardiovascular, pieza clave para las estrategias de intervención sobre dichas enfermedades. La presencia de varios FR en un mismo individuo multiplica su riesgo de forma importante. Si bien todos los FR favorecen el desarrollo de la enfermedad aterotrombótica en los diferentes lechos vasculares, el poder predictivo de los FR es diferente para los distintos territorios. Así, el colesterol tiene mayor poder predictivo para el territorio coronario, el tabaco para el vascular periférico y la hipertensión arterial (HTA) para el cerebrovascular

Los FR se pueden dividir en 3 grupos: causales, condicionales y predisponentes8 (tabla 1).

Los FR causales son los que promueven el desarrollo de la arteriosclerosis y predisponen a la enfermedad coronaria; se dispone de abundantes datos que apoyan su papel causal, aunque los mecanismos precisos no estén claramente explicados. Estos factores de riesgo actúan con independencia unos de otros y sus efectos son sumatorios.

Los FR condicionales son los que se asocian con un aumento del riesgo de CI, pero su relación causal con ésta no está documentada, debido a que su potencial aterogénico es menor y/o a que su frecuencia en la población no es lo suficientemente grande.

Por último, los FR predisponentes son los que empeoran los factores de riesgo causales. Su asociación con la enfermedad coronaria es compleja ya que, de una u otra forma, todos contribuyen a los factores de riesgo causales. Algunos de los factores predisponentes también afectan a los factores condicionales al elevar el riesgo de esta forma, aunque también podrían actuar a través de mecanismos causales no identificados. A continuación comentaremos brevemente los FR causales.

Hipercolesterolemia

La asociación entre el colesterol sérico y la incidencia de CI se ha demostrado en estudios experimentales y epidemiológicos9,10. La relación entre el colesterol y la CI es continua, gradual y muy intensa9 (fig. 2). El valor predictivo del colesterol disminuye con la edad y es realmente bajo a partir de la sexta década. El riesgo atribuido a la hipercolesterolemia es debido al colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad (cLDL). Numerosos estudios de intervención han demostrado que el descenso del cLDL mediante fármacos hipolipidemiantes se acompaña de reducciones significativas en la morbimortalidad cardiovascular, tanto en prevención primaria como secundaria11. No hay una clara correlación entre la concentración de colesterol y la incidencia de ictus, si bien el tratamiento con estatinas reduce el riesgo de ictus en pacientes con CI12 o con un ictus previo13. El 46,6% de la población laboral española tiene un colesterol total < 200 mg/dl14.

Fig. 2. Relación entre el colesterol total sérico y la mortalidad a los 6 años por enfermedad coronaria en varones de 35-57 años (Estudio MRFIT). Tomada de Stamler et al9.

Hay una correlación inversa e independiente entre las concentraciones de colesterol unido a lipoproteínas de alta densidad (cHDL) y el riesgo de presentar CI, avalada por varios estudios epidemiológicos15 (fig. 3). La protección ejercida por el cHDL es independiente de las cifras de cLDL. El National Cholesterol Education Program (NCEP) considera un cHDL < 40 mg/dl como FR, mientras que las concentraciones por encima de 60 mg/dl se valoran como un factor de riesgo negativo16. Un descenso del cHDL del 1% se asocia con un aumento del riesgo de CI de un 3-4% a los 6 años. Las concentraciones de cHDL se correlacionan negativamente con el consumo de cigarrillos, el peso y las concentraciones de triglicéridos (TG), y positivamente con el consumo de grasas y alcohol y el ejercicio físico. Un 25,6% de la población laboral española tiene el cHDL bajo14.

Fig. 3. Riesgo de enfermedad coronaria para una determinada concentración de cLDL, según diversas concentraciones de cHDL (estudio Framingham). cHDL: colesterol unido a lipoproteínas de alta densidad; cLDL: colesterol unido a lipoproteínas de baja densidad. Tomada de Kannel et al10.

Hipertensión arterial

Es uno de los grandes factores de riesgo, con independencia de la edad, el sexo o la raza. Las cifras de presión arterial, tanto sistólicas como diastólicas, se correlacionan con la incidencia de enfermedad coronaria y accidentes cerebrovasculares (ACV)17. El riesgo aumenta de forma continua en el rango de presiones, de forma que los individuos con hipertensión arterial límite tienen un riesgo algo superior que los normotensos (fig. 4). El papel de la HTA en el proceso de la aterotrombosis se conoce poco. Se ha postulado que el exceso de presión dañaría el endotelio y aumentaría su permeabilidad. Además, la HTA podría estimular la proliferación de las células musculares lisas o inducir la rotura de la placa. La presencia de lesión en los órganos diana (hipertrofia del ventrículo izquierdo y/o microalbuminuria) se acompaña de un incremento del riesgo cardiovascular.

Fig. 4. Relación entre la presión arterial sistólica y la mortalidad total tras 11 años de seguimiento (estudio MRFIT). Tomada de Stamler et al17.

Numerosos ensayos clínicos han demostrado que el descenso de la presión arterial se asocia con reducciones significativas en la tasa de ictus y, en menor medida, de eventos coronarios, lo que causa una disminución global de la mortalidad cardiovascular18. Así, reducciones de 5 mmHg en la presión arterial diastólica (PAD) reducen un 34% la incidencia de ictus, un 19% la de CI y un 23% la mortalidad cardiovascular en 5 años19.

Aproximadamente un 45% de la población española tiene una presión arterial (PA) > 140/90 mmHg o está en tratamiento con fármacos hipotensores, porcentaje que se eleva hasta casi el 70% en > 60 años, de los cuales casi la mitad recibe tratamiento hipotensor y solo un 10% está controlado20.

Tabaco

Numerosos estudios epidemiológicos han demostrado claramente que el consumo de cigarrillos aumenta el riesgo de CI, ictus, EAP y muerte súbita21. Hay una relación lineal entre el consumo de cigarrillos y el riesgo de CI, sin que haya una dosis mínima segura22 (fig. 5). Los cigarrillos bajos en nicotina aumentan de igual manera el riesgo cardiovascular. Los fumadores de pipa o puros también tienen aumentado su riesgo cardiovascular, aunque algo menos que los fumadores de cigarrillos. Los fumadores pasivos tienen aumentado su riesgo de enfermedad coronaria entre un 10 y un 30%23. Cuando se abandona el hábito tabáquico, el riesgo de enfermedad coronaria decrece en un 50% durante el primer año y se aproxima al de los no fumadores al cabo de 2 años24. Aproximadamente un 36% de la población española fuma en la actualidad7. Por sexos, cerca de la mitad de los varones y la cuarta parte de las mujeres fuman. Es llamativo el importante incremento de fumadores en el grupo de mujeres jóvenes.

Fig. 5. Riesgo relativo de evento coronario según el número de cigarrillos consumidos. Tomada de Willet et al22.

Los mecanismos a través de los cuales el tabaco favorece la aterotrombosis son múltiples y entre ellos destacan la lesión del endotelio por el monóxido de carbono circulante, el aumento del fibrinógeno y del factor VII, el aumento de la adherencia y la agregabilidad de las plaquetas, el aumento de la oxidación de las LDL y el descenso de la concentración de cHDL.

Diabetes mellitus

La diabetes mellitus se asocia con un elevado riesgo de CI y enfermedad arterial periférica, independientemente de que sea insulinodependiente o no; asimismo, esta asociación es más estrecha en las mujeres. Las ECV encabezan las causas de muerte en los diabéticos. Hay una relación directa entre los años de duración de la diabetes y el riesgo de CI25 (fig. 6). Los diabéticos de tipo II tienen un riesgo cardiovascular elevado que en ocasiones es similar al de los sujetos no diabéticos que ya han presentado un evento coronario26. Por ello, las principales guías consideran a los diabéticos como sujetos de alto riesgo cardiovascular en los que se debe aplicar un tratamiento igual al de los pacientes que han presentado un episodio cardiovascular previo16. La diabetes mellitus favorece la aterotrombosis por distintos mecanismos: un perfil lipídico desfavorable (elevación de los triglicéridos, descenso del cHDL, partículas de LDL pequeñas y densas), presencia de LDL modificadas, hiperinsulinismo, hipercoagulabilidad y aumento de marcadores inflamatorios. La prevalencia global de diabetes en la población general en nuestro país es aproximadamente del 6%, si bien en > 60 año s alcanza el 17%7.

Fig. 6. Riesgo de muerte por enfermedad coronaria según los años de duración de la diabetes, comparado con el de la población general con y sin cardiopatía isquémica. Tomada de Hu et al25.

Edad

Es el FR con mayor valor predictivo. La incidencia de las ECV aumenta con la edad, con independencia del sexo y de la raza. Es excepcional la aparición de ECV por debajo de los 40 años. En las recomendaciones NCEP se considera como FR tener más de 45 años para los varones y más de 55 años para las mujeres16. El riesgo de CI es aproximadamente 4 veces superior en el varón que en la mujer, para una misma concentración de colesterol sérico. La edad de aparición de la CI se retrasa entre 10 y 15 años en las mujeres respecto a los varones. Con la menopausia aumenta de forma importante la incidencia de CI en mujeres, pero sin llegar a alcanzar la de lo s varones en ningún momento.

ATEROSCLEROSIS COMO ENFERMEDAD SISTÉMICA: FRECUENCIA DE AFECTACION COMUN DE DIVERSOS TERRITORIOS VASCULARES

La aterosclerosis es una enfermedad sistémica que no está limitada a un único territorio arterial, ya que su distribución es universal en el organismo. La presencia de manifestaciones clínicas en un determinado territorio predispone a un incremento del riesgo de eventos isquémicos en otro territorio. A partir de los datos obtenidos en el estudio Framingham se puede estimar que la expectativa de vida después de un infarto agudo de miocardio (IAM), un ACVA o un diagnóstico de EAP es de 14, 9 y 16 años, respectivamente. En los sujetos que han presentado un ACVA previo y tiene un segundo ACVA o un IAM, las expectativas de vida se reducen a 4 años. Cuando un paciente diagnosticado de EAP presenta un IAM o un ACVA, su expectativa de vida queda reducida a 1,5 años. Por último, cuando los pacientes que ya han presentado un IAM tienen un segundo IAM o un ACVA, sus expectativas de vida son < 5 meses27 (fig. 7). La frecuencia de la afectación vascular múltiple ha sido estudiada en función del territorio vascular que motivó la consulta, tanto en estudios transversales como prospectivos.

Fig. 7. Esperanza de vida de los pacientes con enfermedad vascular en función del número de territorios vasculares afectados y su localización. Tomada de Cupples et al27.

Pacientes con infarto agudo de miocardio

Los sujetos que ingresan con un diagnóstico de IAM tienen una elevada prevalencia de afectación aterosclerótica en otras zonas. Aproximadamente un 10% de estos sujetos refiere una historia previa de claudicación intermitente, y entre un 5 y un 8% ha presentado un ACV. Estos resultados varían en función de la edad. Así, en un estudio realizado en pacientes ingresados en una unidad coronaria con diagnóstico de IAM, un 20,8% de los > 75 años había presentado un IAM previo frente a tan solo un 10% de los < 65 años28. A su vez, un 15,8 frente a un 8,3% refería historia de EAP y un 6,9 frente a un 1,7% había presentado un ACVA28.

Se ha estudiado también la relación entre la arteriosclerosis coronaria diagnosticada por coronariografía y la presencia de lesiones ateroscleróticas en otros lechos vasculares evaluada mediante ecografía. El porcentaje de sujetos con aterosclerosis extracoronaria, en función de que hubieran presentado o no una coronariografía positiva, fue del 81 frente al 18% en el arco aórtico, del 91 frente al 32% en la aorta descendente, del 72 frente al 47% en la arteria femoral y del 77 frente al 42% en la arteria carótida, respectivamente29.

Diversos estudios prospectivos han evaluado el riesgo de desarrollar manifestaciones clínicas en otro territorio vascular en función de la presencia de manifestaciones coronarias previas. Después de 24 años de seguimiento, el estudio Framingham demostró que el riesgo de presentar un ACVA era 3 veces mayor si el sujeto había sido previamente diagnosticado de enfermedad coronaria30. Este riesgo se mantuvo 2 veces mayor después de corregir por los FR clásicos. El riesgo de ictus isquémico fue también mayor, lo que indica que la relación entre afectación coronaria y ACVA no estaba mediada únicamente por un mayor riesgo de embolia.

Pacientes con un accidente cerebrovascular agudo

La prevalencia de afectación vascular fuera del territorio cerebral en caso de incidentes de infarto cerebral ha sido estudiada en varios trabajos. En el Oxfordshire Community Stroke Project, un 38% de los sujetos ingresados con un ACVA tenía una historia previa de CI y un 25%, de EAP31. En el Rochester Minnesota Study, el 21% de los pacientes con ACVA tenía un diagnóstico previo de angina y un 15% había presentado un IAM32. La afectación cardiaca es más frecuente cuando el ACVA es embólico (el 51% de los pacientes), menor cuando es trombótico (22%) y aún inferior cuando es hemorrágico (9%)33. En un estudio de casos y controles realizado en nuestro país, donde se incluyó a pacientes con ACVA y controles de iguales sexo y edad, la prevalencia de CI fue del 14,5% en los casos frente al 7,1% en los controles, y la de EAP sintomática del 7,9 frente al 2,7%, incrementándose hasta el 14,2 y el 6% cuando el diagnóstico se establecía mediante ecografía Doppler de miembros inferiores34.

Pacientes con enfermedad arterial periférica

En el San Diego Artery Study, un 29,4% de los varones y 21,2% de las mujeres con EAP tenía, además, afectación cardiovascular o cerebrovascular, y ésta era 3 veces más frecuente que cuando no había EAP35. Los sujetos con EAP tienen 4 veces mayor riesgo de de evento coronario y 2-3 veces mayor riesgo de ictus que los sujetos sin EAP36. En el estudio AIRVAG, el 21% de los sujetos con EAP tenían afectación vascular asintomática en otro territorio vascular diagnosticada por ecografía carotídea, cardiaca o de aorta abdominal37. En estudios prospectivos, la presencia de EAP condiciona el pronóstico. Así, el riesgo relativo de mortalidad a los 10 años del diagnóstico de EAP fue de 3,1; 5,9 y 6,6 para mortalidad total, cerebrovascular y coronaria, respectivamente, en comparación con el de sujetos libres de EAP al comienzo del seguimiento35.

APROXIMACION DIAGNOSTICA A LA ENFERMEDAD ATEROSCLEROTICA

El diagnóstico de la enfermedad aterosclerótica cuando presenta manifestaciones clínicas es relativamente sencillo. Mucho más problemático es el diagnóstico de la enfermedad aterosclerótica cuando está en fase subclínica. En estos pacientes, el diagnóstico precoz tiene gran interés porque muchas veces el primer episodio agudo es mortal o deja importantes secuelas. De ahí que una intervención intensiva en los sujetos con enfermedad aterosclerótica avanzada aunque asintomática puede ser especialmente eficiente. A continuación describimos los instrumentos que poseemos para el diagnóstico de la enfermedad aterosclerótica en fase subclínica.

Tablas de riesgo

La estimación del riesgo cardiovascular es una aproximación indirecta a la carga aterosclerótica de un sujeto. Para el cálculo de este riesgo se han desarrollado varias tablas y ecuaciones, basadas en estudios de cohortes, en las que introduciendo diversos parámetros (edad, sexo, presencia de factores de riesgo) se obtiene una estimación del riesgo de presentar un evento cardiovascular en los próximos años.

Las 2 tablas más utilizadas en nuestro medio son las del National Cholesterol Education Program-Adult Tratment Panel III (NCEP-ATP III)16 basadas en la ecuación de Framingham modificada por Wilson y las tablas europeas del proyecto SCORE (Systematic COronary Risk Evaluation)38. La primera estima el riesgo de presentar un infarto mortal en los próximos 10 años y considera de alto riesgo a los sujetos con un riesgo > 20%. Por su parte, las tablas europeas estiman el riesgo de muerte por causa vascular en los próximos 10 años y consideran de alto riesgo a los que tienen un riesgo ≥ 5%. Por lo general, la concordancia entre ambas es escasa y el porcentaje de sujetos clasificados como de alto riesgo es superior con la guía del NCEP-ATP III, si bien con el incremento de la edad, sobre todo a partir de los 60 años, muchos más individuos son catalogados como de alto riesgo y, por lo tanto, subsidiarios de tratamiento intensivo, al emplear las tablas del proyecto SCORE39.

Si bien las tablas han sido un gran avance para el cálculo del riesgo cardiovascular y una gran ayuda para el tratamiento eficiente de los pacientes, tienen algunas limitaciones. Entre ellas están su baja sensibilidad, la falta de inclusión de algunos factores de riesgo que podrían aumentar su valor predictivo (antecedentes familiares de cardiopatía isquémica precoz, valores de triglicéridos, proteína C reactiva, etc.), no tener en cuenta la posible variabilidad de los factores de riesgo en un mismo sujeto con el tiempo y estimar el riesgo absoluto a corto plazo minimizando el riesgo de los jóvenes y magnificando el riesgo de las personas mayores40.

Pruebas de imagen

La ecografía, las pruebas de disfunción endotelial, la tomografía computarizada (TC), la resonancia magnética, las pruebas de medicina nuclear, la TC de haz de electrones son pruebas que pueden ofrecer importante información sobre la carga aterosclerótica de un paciente. Todas ellas serán tratadas más profundamente en otro capítulo de esta serie.

Biomarcadores séricos de aterosclerosis

Numerosos marcadores séricos se han propuesto en los últimos años como predictores de aterosclerosis y de su complicación trombótica2 (tabla 2). Incluyen marcadores de inflamación como la proteína C reactiva (PCR) o las interleucinas y marcadores de trombosis como el fibrinógeno o el inhibidor del activador del plasminógeno I (PAI-I). Entre todos ellos, el más estudiado es la PCR.

La PCR es un reactante de fase aguda que sirve como marcador inflamatorio. Se produce fundamentalmente en el hígado en respuesta a la interleucina 6. Algunos autores han descrito varios mecanismos (oxidación de LDL, disminución de la producción de óxido nítrico, producción de factor tisular, producción de PAI-I, activación del complemento, etc.) por los que la PCR podría influir directamente en la vulnerabilidad vascular, por lo que no sería solamente un marcador pasivo del proceso inflamatorio41, aunque el tema está todavía en debate42.

En sujetos en prevención primaria se han descrito más de una docena de estudios prospectivos en los que la concentración de PCR es un robusto predictor de futuros eventos coronarios, ictus, EAP, insuficiencia cardiaca congestiva y mortalidad cardiovascular43 3 mg/l como de bajo, medio y alto riesgo cardiovascular, respectivamente44, aunque el gradiente de riesgo cardiovascular es continuo a lo largo de todo el espectro de valores mensurables. La concentración de PCR puede ser un marcador de aterosclerosis subclínica, ya que su concentración se correlaciona con el grosor íntima-media45 y con el grado de calcificación de las arterias coronarias46. En pacientes en prevención secundaria la PCR predice el riesgo de un nuevo evento, tanto en sujetos con enfermedad coronaria estable como en sujetos con un síndrome coronario agudo43. Además, el tratamiento con estatinas reduce la PCR, independientemente del descenso del cLDL, y hay una mejor evolución clínica cuanto más baja sea la concentración de PCR alcanzada47. Sin embargo, se desconoce si hay correlación entre el descenso de PCR y la mejoría clínica y si ésta es independiente del descenso del cLDL48.

Para algunos autores, la concentración de PCR podría añadir información a la estimación del riesgo coronario calculada mediante el algoritmo de Framingham, especialmente en los sujetos con riesgo intermedio49 (fig. 8). Sin embargo, en una reciente revisión crítica sobre el tema, se considera que la pequeña mejoría en la discriminación del riesgo que aporta la PCR a la ecuación de Framingham no hace recomendable su utilización de manera sistemática48.

Fig. 8. Riesgo relativo ajustado de enfermedad cardiovascular (ECV) según la concentración de proteína C reactiva (PCR) y los valores de riesgo absoluto de enfermedad coronaria a 10 años según el algoritmo de Framingham en la población del Women's Health Study. Tomada de Lloyd-Jones et al48.

Índice tobillo-brazo

El índice tobillo-brazo (ITB) es una prueba de realización sencilla y gran reproducibilidad, útil para la detección de la EAP. Es el resultado de dividir la presión arterial sistólica (PAS) de cada tobillo (se escogerá el valor más alto entre la arteria pedia y la tibial posterior) entre el valor de la PAS más alto de cualquiera de las arterias braquiales. Así, se obtienen 2 valores de ITB, uno para cada miembro inferior, seleccionando como definitivo el más bajo de los dos. Un ITB < 0,9 presenta una sensibilidad del 95% y una especificidad del 99% para identificar una obstrucción > 50% en el territorio vascular de los miembros inferiores en relación con la arteriografía. Pero, además, dado que la arteriosclerosis es una enfermedad sistémica que afecta simultáneamente a distintos territorios vasculares, los sujetos con ITB disminuido muestran una elevada prevalencia de enfermedad coronaria y cerebrovascular, tanto sintomática como no50. La prevalencia de un ITB disminuido aumenta en relación con el riesgo cardiovascular51 y la presencia de diabetes52 o síndrome metabólico53.

Un ITB disminuido se asocia con un mayor riesgo de mortalidad total54, a expensas de la mortalidad cardiovascular55, una mayor incidencia de complicaciones coronarias54-56 y de ictus55,56. El valor predictivo del ITB se observa tanto en sujetos en prevención primaria como secundaria, así como en diabéticos57, incluso tras ajustar por los factores de riesgo56. Además, la presencia de un ITB disminuido mejora de forma significativa la predicción del riesgo obtenida con los factores de riesgo clásicos55.

Recientemente se ha descrito que los sujetos con un ITB > 1,4 o incompresible, que habitualmente eran excluidos de los estudios, tienen un riesgo de mortalidad cardiovascular similar al de los que tienen un ITB disminuido58,59 (fig. 9). Por lo tanto, los sujetos con un ITB disminuido, > 1,4 o incompresible tienen en común un elevado riesgo cardiovascular y se engloban dentro del denominado ITB patológico.

Fig. 9. Riesgo relativo ajustado de muerte según el índice tobillo-brazo en la cohorte del Strong Heart Study tras 8,3 años de seguimiento. Tomada de Resnick et al59

La determinación del ITB es una herramienta muy útil en la estratificación del riesgo cardiovascular, ya que identifica a sujetos con arteriosclerosis subclínica y alto riesgo cardiovascular. La determinación del ITB sería especialmente recomendable en los sujetos mayores de 60 años con un riesgo cardiovascular intermedio (del 10-20% según Framingham o del 3-4% según SCORE), dado que un resultado patológico cambiaría su clasificación de riesgo y obligaría a intensificar el tratamiento de los factores de riesgo60. También sería recomendable en los diabéticos > 50 años por su alto riesgo cardiovascular y alta prevalencia de EAP61.

UNA MISMA ENFERMEDAD, UN MISMO TRATAMIENTO

Como ya hemos comentado, la aterosclerosis es una misma enfermedad con diferentes localizaciones y formas de presentación, por lo que es lógico pensar que los tratamientos útiles para la enfermedad aterotrombótica lo serán con independencia del lecho vascular afectado.

En el Heart Protection Study (HPS), más de 20.000 pacientes con enfermedad cardiovascular, diabetes o hipertensión arterial fueron aleatorizados a tomar simvastatina 40 mg/día frente a placebo durante 5 años. El tratamiento con simvastatina redujo significativamente el riesgo de enfermedad coronaria, ictus y EAP alrededor de un 20%, con independencia de las concentraciones basales de cLDL12.

Respecto al tratamiento antiagregante, en el metaanálisis del Antithrombotic Trialists' Collaboration con más de 135.000 pacientes en tratamiento antiagregante y 75.000 controles, la reducción del riesgo de nuevos eventos vasculares fue similar en los sujetos con enfermedad coronaria, ictus o EAP. En todos ellos la reducción del riesgo relativo fue aproximadamente del 20%62.

Por último, respecto a los inhibidores de la enzima de conversión de la angiotensina (IECA), en el estudio HOPE, en e l que participaron 10.000 pacientes con enfermedad vascular o diabéticos con al menos un factor de riesgo, el tratamiento con ramipril 10 mg/día durante 5 años redujo un 20,9% el riesgo relativo de un nuevo evento vascular en los pacientes con un IAM previo, un 25,9% en los que habían tenido un ictus y un 22% en los pacientes con EAP63.

Por lo tanto, diferentes fármacos (estatinas, antiagregantes, IECA) que actúan contra la enfermedad aterotrombótica en distintas localizaciones son igualmente eficaces, independientemente del territorio vascular afecto.

En conclusión, la aterosclerosis es una enfermedad sistémica, lentamente progresiva que, aunque afecta a diferentes territorios y tiene distintas formas de presentación, tiene una misma patogenia, unos mismos factores de riesgo, una misma aproximación diagnóstica y un mismo tratamiento.


Sección patrocinada por el Laboratorio Dr. Esteve

Correspondencia: Dr. C. Lahoz.

Unidad de Arteriosclerosis. Hospital Carlos III.

Sinesio Delgado, 10. 28029 Madrid. España.

Correo electrónico: clahoz.hciii@salud.madrid.org

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