ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 75. Núm. 11.
Páginas 975-976 (Noviembre 2022)

In memoriam
José María Oliver Ruiz

Pastora GallegoaAna E. González Garcíab

Opciones

«We must celebrate in due course such a great career/life,

colleague and friend»

–Michael Gatzoulis, Royal Brompton Hospital, Londres

El sábado día 2 de julio de 2022, de forma súbita y prematura, falleció José María Oliver Ruiz, jefe de la Unidad de Cardiopatías Congénitas del Adulto del Hospital La Paz y profesor asociado de Medicina de la Universidad Autónoma de Madrid. A nuestro dolor por su pérdida se une el consuelo de haber disfrutado durante casi una vida de sus valores como ser humano, como profesional y como maestro.

En realidad, después de tantos manuscritos que han viajado entre su buzón y el mío en los últimos 25 años, nunca pensé que, junto con Ana González, tendría que escribir este texto. Resulta tan difícil como plasmar en una fotografía un paisaje singular que contemplan nuestros ojos.

El Dr. Oliver —Pepe Oliver para la mayor parte de sus compañeros y amigos— fue uno de los más reconocidos profesionales de la Cardiología española de las últimas décadas. Nació en Tetuán (Marruecos) el 19 de diciembre de 1948, donde su padre ejercía como militar jurídico del Ejército del Aire, y se trasladó pronto a Madrid, donde transcurriría la mayor parte de su vida. Sin embargo, de raíces cartageneras y emocionalmente vinculado al Mediterráneo, era en Cabo de Palos (Murcia), junto al imponente faro que se enclava sobre el promontorio, donde le gustaba descansar y resguardarse de las grandes olas de los vientos de la vida.

Se licenció en Medicina y Cirugía en la Universidad Complutense de Madrid en 1971. Residente en la Fundación Jiménez Díaz (1971-1976), obtuvo los títulos de Especialista en Medicina Interna (1981) y Cardiología (1983). Posteriormente se incorporó como médico adjunto de Cardiología por oposición al Hospital La Paz (1977), siendo jefe de servicio José A. Sobrino Daza, con quien asumió la dirección médica del Hospital General durante el periodo 1983-1985. Y esta institución fue el escenario de su brillante desarrollo profesional. Pertenecía al selecto grupo de cardiólogos leyenda de la Imagen Cardiaca que desarrolló la ecocardiografía en nuestro país. El conocimiento de esta técnica y su extraordinaria visión anatómica y fisiopatológica sentaron las bases para que el recientemente desaparecido Felipe Moreno, jefe de Servicio de Cardiología Pediátrica del Hospital Infantil La Paz, le requiriese para el seguimiento de los pacientes en la edad adulta. Se convirtió así en pionero en el desarrollo de la disciplina de las Cardiopatías Congénitas del Adulto en España. En 1993, visitó las unidades de la Clínica Mayo (Rochester, Minnesota) y la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Su tesis doctoral «Cardiopatías Congénitas del Adulto. Cambios en el espectro de las malformaciones cardiacas durante la vida adulta y análisis de las lesiones residuales, secuelas y complicaciones a largo plazo. Un estudio de 1.500 pacientes consecutivos», presentada en 1997, constituye un verdadero libro de texto de lectura obligada, y la unidad de cardiopatías congénitas del adulto que dirigió fue la primera de su ámbito creada en nuestro país, acogiendo la formación de médicos especialistas de toda la geografía española. Indiscutiblemente, lideró este complejo campo de la Medicina Cardiovascular y alcanzó un muy merecido reconocimiento internacional en apenas unas décadas, fruto de su vasta y muy destacada producción científica.

Pepe Oliver fue un excelente médico y cardiólogo. En palabras de uno de sus discípulos más aventajados, Rafa Alonso-González (Toronto General Hospital): «el mejor cardiólogo clínico que hemos conocido». Creaba un fuerte compromiso con sus pacientes, quienes apreciaban su empatía, su comunicación asequible y afectuosa, y la confianza que transmitía. Muchos de ellos han llorado su desaparición. Era un estudioso de la medicina y se dedicaba con avidez y constancia a adquirir conocimientos, que utilizaba de manera única para resolver problemas. Tenía una extraordinaria capacidad para aplicar al razonamiento clínico la información obtenida de interrogar y examinar a los pacientes y para usar procedimientos y técnicas en la investigación y el abordaje de la enfermedad. Siempre dispuesto a atender cualquier consulta, esta habilidad para resolver las cuestiones más complejas lo convirtió en la persona a quien todos acudíamos para consultar los casos difíciles y cuya opinión siempre era esperada al final de las discusiones. Y se tomaba su tiempo, se hacía esperar... quizás porque quería oír a los demás y no dictar con su inconfundible voz, profunda y personal, la sentencia que acababan siendo sus opiniones.

Aunque fueron siempre los pacientes el eje de su trabajo, su pensamiento intelectual, pausado y permanente, no pudo detenerse cuando se produjo su injusta e involuntaria jubilación «por razón de edad» en el año 2013. Como el «becario más sénior de España», según sus propias palabras, se implicó entonces en la creación de la Red Española de Investigación en Cardiopatías Congénitas del Adulto, liderando proyectos multicéntricos desde la Fundación para la Investigación Biomédica del Hospital Gregorio Marañón.

Además de la medicina, a Pepe le apasionaba viajar, leer, caminar. Era un verdadero hombre del Renacimiento, abierto a todos los conocimientos y artes, porque se interesaba por la filosofía, la historia, la literatura, la música, la arquitectura, la política, y no de forma superficial, sino en grado eminente. Gran conversador, probablemente es la persona con la que más hemos disfrutado oyendo y participando de sus experiencias y anecdotarios de todo tipo.

Hombre de familia, padre excepcional y orgulloso de Antonio y Emilio, abuelo entrañable de Nerea, Sergio, Martina y Diego, destacó como tutor y maestro de varias generaciones de residentes de cardiología, para los que fue mentor y referente. Nos aconsejó, motivó y desafió a llegar al máximo de nuestras capacidades, tanto a nivel personal como profesional. Al más puro estilo helenístico, nos sentíamos en su proximidad como aquellos alumnos que podían gozar y crecer con la convivencia y enseñanzas de los grandes eruditos.

Pepe Oliver ha dejado un gran legado que perdurará siempre en la pasión y el compromiso profesional que inculcó en todos los que con él trabajaron. Los que tuvimos la suerte de conocerlo y colaborar con él lo recordaremos por su gran altura intelectual, su profesionalidad y por su profunda humanidad y generosidad. Gracias por tanto, Pepe. Siempre estarás en nuestro corazón, hoy un poco más roto.

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