ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 67. Núm. 7.
Páginas 585-586 (Julio 2014)

In memoriam
Ignacio Balaguer i Vintró

Antoni Bayés de LunaLuis Tomás Abadal

Opciones

La muerte del por todos conocido Dr. Balaguer le ha llegado a los 88 años, después de una larga vida llena de grandes satisfacciones humanas y profesionales.

Antes de hablar de su actividad profesional, queremos expresar a Conchi, su esposa, y a sus hijos todo nuestro pesar y ponerles de manifiesto que su fallecimiento supone una gran pérdida no solo para la cardiología española, sino para toda la epidemiología cardiovascular internacional.

Nosotros representamos a dos generaciones de alumnos y colaboradores privilegiados por haber estado y haber trabajado muy cerca de él. Queremos exponer, en primer lugar, su gran labor en la puesta en marcha y el desarrollo de la Escuela de Cardiología, y más tarde su visión de futuro que lo llevó a realizar los trabajos pioneros de investigación epidemiológica en nuestro país que lo han convertido en un referente mundial.

Cuando yo, Antonio Bayés de Luna, entré en la Escuela de Cardiología de la Universidad de Barcelona, hacía muy pocos años que la habían fundado cuatro jóvenes cardiólogos, los Dres. Torner, Balaguer, Gregorich y Morato, con el apoyo académico e institucional del Prof. Gibert Queralto. La Escuela estaba en un sótano del antiguo Hospital Clínic de Barcelona y consistía en una superficie cuadrada de aproximadamente 100 m2. En cada esquina había un dispensario para cada uno de los jóvenes doctores y en medio, un espacio para un rayos X y una primitiva sala de hemodinámica. Corría el año 1959, la electrocardiografía estaba en sus albores y, por supuesto, no existía otra técnica de imagen más que la radiología.

En aquellos años, era cardiólogo quien sabía auscultar, y en esto los cuatro citados eran unos maestros. Lo que importaba eran las cardiopatías reumáticas, que empezaban a operarse, y había aparecido el interés por las cardiopatías congénitas, en las que el Dr. Torner fue un gran maestro. Poco más tarde llegó el Dr. Casellas, del Instituto Nacional de Cardiología de México, con nuevas ideas sobre las grandes posibilidades que ofrecía la electrocardiografía moderna, que en gran parte se había gestado en dicho centro. En aquellos años, la Escuela era el referente de la cardiología catalana y su prestigio llegaba a toda España y los países latinoamericanos.

En este excelente ambiente, el Dr. Balaguer tuvo la intuición de que el futuro de la cardiología pasaría por la cardiopatía isquémica, y ya en aquellos años empezó a interesarse por ella desde el punto de vista clínico y terapéutico, pero sobre todo desde el epidemiológico. Fue un auténtico pionero. Nadie apostaba a principios de los años sesenta por una enfermedad que se consideraba sin tratamiento ni prevención. De los factores de riesgo apenas se hablaba, y la gente consideraba que no fumar era un signo de persona retrógrada y anticuada. Él tuvo la gran idea de considerar que la cardiopatía isquémica era la plaga del futuro inmediato y que era necesario conocer mejor sus factores de riesgo para poder tratar y prevenir la arteriosclerosis coronaria. Todo ello lo comenta a continuación con detalle su más aventajado colaborador, Luis Tomás Abadal.

Quiero poner de manifiesto que fue un excelente presidente de la Sociedad Española de Cardiología, a la que dio realce internacional, especialmente en relación con las campañas de prevención cardiovascular, trabajando conjuntamente con la Organización Mundial de la Salud en estos aspectos. También trabajó intensamente para defender los intereses de la cardiología en general y de las unidades coronarias en particular.

Por mi parte, solo puedo decir que siempre le admiré y que detrás de su carácter serio encontré no solo un mentor que me ayudó cuando me fui a Inglaterra y a mi vuelta, en unos tiempos tan difíciles para estas aventuras, sino también a un amigo, del que siempre aprendí y que siempre estaba dispuesto a ayudar. Recién jubilado, cuando yo era presidente de la Federación Mundial de Cardiología, le pedí que dirigiera con el Prof. Chockalingan, de Canadá, la preparación y la redacción del «Libro Blanco de la Cardiología Mundial». Pude comprobar entonces el rigor científico de que siempre hizo gala, su gran capacidad de trabajo, su excelente redacción y lo feliz que estuvo al final, al ver su libro terminado. En el libro homenaje que me obsequiaron mis amigos y colaboradores, me escribió una carta llena de ternura, aprecio y afecto. Nunca la olvidaré.

Yo, Luis Tomás Abadal, lo conocí en 1964, al terminar mis estudios de licenciatura en la Facultad de Medicina de Barcelona. Había decidido especializarme en Cardiología. Por las excelentes referencias y el prestigio que tenía la Escuela de Cardioangiología de la Facultad de Medicina de Barcelona, decidí acudir a este centro. Allí coincidí con el Dr. Balaguer, que en aquel entonces era responsable del dispensario de cardiopatía isquémica y arteriosclerosis. De él recibí las primeras enseñanzas de esta patología y jamás dejé de aprender a su lado. He de decir que el Dr. Balaguer no solo me enseñó cardiología. De él aprendí además el oficio de médico. Aprendí a ser crítico, riguroso y honrado, buscando la verdad para ayudar al enfermo. En definitiva, me enseñó lo que es la medicina como arte y como ciencia, que comienza con la capacidad de comunicarse con el enfermo, aceptar el sufrimiento y procurar su alivio.

De las cualidades del Dr. Balaguer, destacaría su gran humanidad, su capacidad de trabajo y su honradez. Como persona sensata que era, tenía una singular capacidad de comprensión y aceptación de las personas con que trataba. Jamás le oí un comentario despectivo o despreciativo hacia nadie.

Su mérito científico fue conocido y apreciado tanto en nuestro país como en los foros cardiológicos internacionales. Fue pionero en muchos campos de la cardiología, especialmente en epidemiología y prevención cardiovascular.

He tenido el privilegio de ser colaborador suyo en muchos proyectos que inició con decisión y valentía, en muchas ocasiones sin medios. Su entusiasmo suplía las carencias.

En 1968, cuando mi actividad estaba dedicada en gran parte a la medicina de empresa, tuvo la idea de aprovechar la oportunidad que teníamos de controlar a una población homogénea de una gran empresa, con más de 2.000 trabajadores, para realizar un estudio epidemiológico prospectivo observacional de seguimiento en un medio laboral, con el fin de registrar y saber la incidencia de enfermedad coronaria en esta población y la relación que pudiera tener con los factores denominados de riesgo cardiovascular. Ese estudio, después de casi 50 años desde su inicio, sigue aportando información útil.

La epidemiología, como ciencia que estudia la enfermedad en la población, no precisa «casos», necesita «poblaciones» o grupos de personas homogéneos y fáciles de controlar. La empresa es un entorno ideal para conseguirlo. Balaguer, en un medio eminentemente clínico, como era el de su época, vio la necesidad de utilizar la epidemiología para avanzar en el desarrollo de la cardiología en nuestro país. Supo renunciar a la brillantez del diagnóstico clínico para aprender a manejar datos y entender lo que decían las estadísticas. Su gran mérito, creo, fue volver con humildad a los orígenes para aprender algo que desconocía. En definitiva, aceptar ser el último de la clase, cuando era el primero. Sabía que ese era su papel en aquellas circunstancias. Ojalá en nuestro país hubiese más hombres y mujeres como él, capaces y dispuestos siempre a volver a empezar: aprender y transmitir el conocimiento con humildad y eficacia.

Gracias al Dr. Balaguer, empezaron a conocerse internacionalmente datos de la frecuencia de las enfermedades cardiovasculares en España. El Estudio de Prevención Multifactorial en Factorías y el estudio MONICA (Multinational MONItoring of trends and determinants in CArdiovascular disease), ambos promovidos por la Organización Mundial de la Salud, incluyeron a España gracias a su empeño y su tesón. Estos estudios tuvieron continuidad en nuestro medio por su clarividencia y su constancia, que supo transmitir al grupo de trabajo que lideró durante esos años. Además de trabajador incansable, fue escritor prolífico. El gran número de artículos de revisión y originales sobre epidemiología cardiovascular que publicó así lo avalan. Su libro «Cardiología preventiva» se convirtió en libro de texto para estudiantes de medicina de los años setenta y ochenta en nuestras facultades de medicina.

Su capacidad de trabajo fue admirable. Jamás noté en él cansancio o desánimo. Era muy raro que se negara a participar en alguna reunión o congreso cardiológico. Siempre demostró su preparación y autoridad científica. Su opinión era respetada y admirada. Siempre que se hablaba de epidemiología y prevención cardiovascular en España, era obligado referirse al Dr. Balaguer. Su recuerdo está y estará por mucho tiempo presente en todos los que lo hemos conocido.

Querido maestro, has sido un ejemplo para nosotros y para muchos cardiólogos más, nunca te olvidaremos.

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