ISSN: 0300-8932 Factor de impacto 2023 7,2
Vol. 70. Núm. 8.
Páginas 629-630 (Agosto 2017)

Editorial
Estabilización en la prevalencia de niveles de sobrepeso y obesidad de la población infantil española

Stabilization in the Prevalence of Overweight and Obesity in Spanish Children and Young Adolescents

Hugo OlmedillasaGermán Vicente-Rodríguezbcdef
Rev Esp Cardiol. 2017;70:656-6310.1016/j.recesp.2016.11.017
María D. Ramiro-González, Belén Sanz-Barbero, Miguel Ángel Royo-Bordonada
Rev Esp Cardiol. 2017;70:646-5510.1016/j.recesp.2016.11.038
Ingrid de Ruiter, Rocío Olmedo-Requena, José Juan Sánchez-Cruz, José Juan Jiménez-Moleón

Opciones

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La obesidad infantil y juvenil es una enfermedad multifactorial debida al exceso de acumulación de masa grasa, y es uno de los principales problemas de salud en todo el mundo, con consecuencias que a medio y largo plazo pueden producir una crisis en la sanidad pública1. El tejido adiposo está regulado por diversos mecanismos fisiológicos e influyen en él la genética y diversos factores ambientales, entre los que destacan la alimentación, la actividad física (AF) y el sedentarismo. Si bien la ganancia de peso se produce principalmente debido a un desequilibrio entre el aporte y el gasto de energía, también se ha propuesto que la perturbación del metabolismo de la glucosa lleva a una condición de hiperinsulinemia crónica que genera acumulación de tejido adiposo. Actualmente, la prevalencia mundial de niños en edad escolar con sobrepeso y obesidad es del 6,7%2. La consecuencia directa de la obesidad infantil es muy preocupante, dada su relación con la obesidad en la etapa adulta3, que es una de las primeras causas de mortalidad por enfermedad cardiovascular4. Afortunadamente, los últimos informes describen que la tendencia al incremento del exceso de peso descrita en las últimas décadas parece que podría haberse estabilizado, a pesar de que tanto los valores de sobrepeso como los de obesidad siguen siendo significativamente altos5.

Los datos presentados por Ramiro-González et al.6 en el artículo que publican en Revista Española de Cardiología expresan una estabilización de la prevalencia de exceso de peso y obesidad en menores de 5-14 años entre los periodos 2006-2007 (el 30,1 y el 29,7% respectivamente) y 2011-2012 (el 9,6 y el 9,7%), a partir del análisis del cálculo del índice de masa corporal (IMC) que toma como referencia los datos registrados en la Encuesta Nacional de Salud de España (ENSE). Esta meseta en la evolución de las cifras de sobrepeso y obesidad en la última década no es nuevo en la literatura española, pues ya los había descrito el estudio Aladino7. Sin embargo, la importancia de estos resultados viene a consolidar, entre otras variables, la eficacia de las estrategias de salud gubernamentales, como es el caso del programa de Nutrición, Actividad Física y Prevención de la Obesidad (NAOS), cuyo principal objetivo era textualmente «invertir la tendencia de la prevalencia de la obesidad mediante el fomento de una alimentación saludable y de la práctica de actividad física»8. De los resultados presentados por los autores, destaca particularmente el aumento con respecto a la medición previa de la errónea percepción parental del peso de los infantes respecto a su estatura. Los datos referidos son considerablemente elevados, y 2/3 padres están equivocados en la correcta percepción del peso que sus hijos deberían tener, el 71,4 y el 63,8% sobrepeso/obesidad, respectivamente. Esta variable podría considerarse un sesgo presente en los estudios que hasta el momento hayan utilizado las encuestas, ya que se podría cuestionar la validez de los datos publicados, dado que quienes proporcionan la información son los padres. Esto podría ser una limitación inherente, más que del propio estudio, de la interpretación de la base de datos de la ENSE, que se debería corregir teniendo en cuenta el incremento significativo de esta variable. Si bien los mismos autores y otros ya han señalado que las encuestas tienden a sobrestimar la estatura y subestimar el peso9, algunos estudios realizados en población joven encuentran que las encuestas autoaplicadas serían capaces de agrupar eficazmente a los individuos en los grupos de sobrepeso y obesidad10. Cuando menos, esta discrepancia indica que hay que ser especialmente cautos al trasladar la información del estancamiento de la prevalencia de exceso de peso en niños a la sociedad hasta que las variables involucradas, como el peso, la talla o la masa grasa, hayan sido medidas directamente por los investigadores11. Además, no debemos olvidar que España presenta una de las tasas de obesidad infantil más altas del mundo12.

La valoración propuesta en el pasado sobre la validez de utilizar el IMC como indicador indirecto de la masa grasa ha dejado de estar en tela de juicio desde que, recientemente, Ortega et al.13 identificaran cómo este índice tiene la misma repercusión en la relevancia clínica asociada a la muerte cardiovascular que otras mediciones más precisas que estiman la masa grasa total. A pesar de la validez aportada por el IMC para detectar un exceso de peso en población infantil, no siempre hay similitud entre los datos presentados sobre peso y talla y porcentaje de masa grasa. Moreno et al.14 midieron la grasa en una muestra de 800 jóvenes españoles, y se observó que, a pesar de la estabilización en las tendencias del IMC, la circunferencia de la cintura y el porcentaje de masa grasa en varones, las chicas presentaban igualmente valores más bajos de IMC y circunferencia de la cintura, pero un mayor porcentaje de masa grasa corporal.

Por otro lado, la reducción del aporte calórico se ha propuesto como el principal mecanismo, por delante de la práctica de ejercicio físico, para lograr la pérdida de peso en niños15 y adultos. En este sentido, Ramiro-González et al.6 compararon el tiempo en actitud sedentaria y no observaron cambios entre los periodos evaluados (un 50% de la población sobrepasa las recomendaciones de al menos 2 h/día en actividades incluidas en el término ocio sedentario). A pesar de que los autores no presentan datos de AF, a través del informe de hábitos deportivos españoles presentado por el Consejo Superior de Deportes en el 201516, se sabe que el porcentaje de adolescentes que practicaban ejercicio semanalmente había aumentado de un 60% en 2010 a un 76% en 2015, lo que se podría interpretar como un cambio en el hábito de conducta de la población juvenil. Actualmente se está introduciendo un concepto nuevo en el cálculo del gasto de energía, relacionado con la salud, a partir de la relación entre la práctica de ejercicio físico y el tiempo en actitud sedentaria, en lugar del estudio aislado de cada variable utilizado tradicionalmente. Este nuevo concepto proporciona una visión más precisa de la asociación entre la condición física cardiorrespiratoria y las tasas de mortalidad cardiovascular17.

En otro reciente artículo publicado en Revista Española de Cardiología, de Ruiter et al.18 realizan un análisis de la evolución histórica del IMC desde 1983 a 2011 utilizando la misma base de datos ENSE y los puntos de corte para sobrepeso y obesidad propuestos por la International Obesity Task Force. A pesar de que las cifras de sobrepeso y obesidad de estos dos artículos de la Revista6,18 no concuerdan exactamente debido a diversas consideraciones metodológicas, en ambos estudios se observa la tendencia que en la última década ha supuesto una estabilización en la prevalencia del sobrepeso y la obesidad en menores de 14 años. Otra característica común de ambos estudios es que la prevalencia de obesidad en la muestra de adolescentes es significativamente inferior a la observada durante la etapa de la niñez. Estudios con muestras internacionales también han corroborado este resultado, por lo que cabría preguntarse si los puntos de corte de referencia utilizados tanto de la International Obesity Task Force como de la Organización Mundial de la Salud son suficientemente sensibles para comprender la evolución morfológica que se sufre durante el cambio de prepúber a adolescente. Asimismo es posible que la discrepancia observada entre los datos de percepción parental en el exceso de peso y la reducción de los valores de obesidad en la etapa de la adolescencia estén relacionadas. De ahí que la preocupación de los padres por el sobrepeso de sus hijos en etapas infantiles no se tome como relevante, ya que consideran que es una característica propia de la edad que desaparecerá a medio plazo (adolescencia). De Ruiter et al.18 ponen énfasis en el estudio de la prevalencia del bajo peso, en especial en el grupo de las niñas de 2-5 años (13,7-22,6%) y de los niños (18,8-23%) en 1983 y 2011 respectivamente. Sin embargo, a partir del muestreo de 1993, los valores se encontraban en el 19,3 y el 23,2% en niñas y niños respectivamente. Igualmente, el resto de los grupos de edad tanto femeninos como masculinos se han mantenido estables, con prevalencias más bajas. El acento que los autores de este estudio ponen en estos valores de niños con peso por debajo de los valores de normalidad no debería de tomarse como algo simbólico, sino que se tendría que tener en cuenta a la hora de la promoción de hábitos saludables, ya que cierto sector de la sociedad puede ser especialmente sensible a problemas de salud asociados al bajo peso. Por otra parte, ambos estudios coinciden en presentar la crisis económica como un desencadenante de malos hábitos nutricionales, que afecta especialmente a la clase social más desfavorecida. En estos términos, Ramiro-González et al.6 mencionan el excelente estudio de Franco et al.19 en el que, aprovechando la situación de crisis que sufrió el pueblo cubano entre 1991 y 1995, los investigadores observaron una reducción significativa del peso medio de la población (5,5 kg) asociada a una reducción en la ingesta calórica y un aumento de la prevalencia de la AF. Sin embargo, lo relevante de este trabajo es que, tras el proceso de crisis, se produjo un aumento significativo de la ingesta calórica (33%) y una reducción de la AF en un 20% de la población, lo que condujo a un incremento de las tasas de obesidad y diabetes hasta hacerlas superiores a las del periodo inicial de la crisis.

No cabe duda de que la aportación de ambos estudios al panorama epidemiológico de los índices de prevalencia de sobrepeso y obesidad infantil, así como las variables ambientales mencionadas, suponen un motivo de alegría comedido, y solo han de utilizarse como referencias de la evolución en las últimas 2 décadas, que deben confirmarse con estudios longitudinales con mediciones directas de variables de composición corporal.

CONFLICTO DE INTERESES

Ninguno.

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